Cáncer
Ayer al policlínico de cirugía llegó una señora de unos 70 años, era delgada, bajita, de cabello teñido. Venía acompañada de su hijo, un hombre aproximadamente unos 35 años, alto, macizo, bien vestido. Consultaban porque ella luego de haber sido operada recientemente por un cáncer gástrico por mi profesor (que supuestamente fue curado) ahora presentaba una masa en en el vientre que le molestaba y dolía, justo en el lugar de la incisión donde había sido operada. Ella lucía asténica, apática, resignada. El traía una evidente expresión de preocupación en su rostro. En sus manos el traía una carpeta que entre otras cosas, incluía el scanner de abdomen, que luego de entrar, se lo entregó al doctor. El doctor lo abrió en su computador, lo revisó de arriba abajo, de adelante hacia atrás de izquierda a derecha y en todas direcciones se veían las metástasis retroperitoneales. Subió y bajó unas 10 o 15 veces la imagen, como tratando de buscar una explicación, o intentando esperar que mágicamente esa masa ya no estuviera ahí, o quizás esperando que en su cabeza apareciera la mejor manera de decirles la tristísima realidad. Luego de 5 minutos mirando el examen, el computador se congeló, y ya no había más que hacer, tuvo que al fin mirar a los ojos a la señora y a su hijo, afrontarlos y decirles la verdad.
Que desolador debe ser para alguien pensar que ya le ganaste a una enfermedad tan cruel, tan maldita, y tan letal en el fondo, y que de la nada vuelva a aparecer y que cuando te das cuenta ya no haya nada que hacer. Que triste debe haber sido para sus familiares, para el hijo en este caso, pero en general, para cualquiera saber que después de una lucha contra esta enfermedad de mierda, muy larga y desgastante en unos casos, y muy corta pero intensa y dolorosa en otros, se te vaya alguien tan importante de tu vida, tan lenta y dolorosamente, después de pensar que podrías disfrutar de su compañía por mucho tiempo. Que difícil debe ser para mi profesor tener que decirle a las personas, con esperanzas, con sueños y anhelos que no hagan planes a largo plazo, que no se proyecten tanto porque en 6, 12 o 18 meses se morirán, siendo que hasta hace poco se sentían tan bien (Dificilísimo debe ser porque lo hizo pésimo). Que conchesumadre puede ser el cáncer, pero que benevolente es cuando ves que en la sala de urgencias muere un niño luego de un accidente, y su madre se lamenta porque lo último que le pudo decir fue "acuérdate de traer pan para la once".
No me gusta sufrir (como a cualquier persona supongo) pero tampoco me gusta evitar el sufrimiento ni eludir las situaciones difíciles, y sé que todas estas personas que hoy reciben estas noticias necesitan ayuda, necesitan que haya alguien que las escuche, que las mire a los ojos, que les hagan saber que estás ahí para ayudarlos y que si necesitan un hombro para llorar, para descargarse o lo que sea tienen el tuyo. Necesitan saber que estás comprometido con ellos y con su enfermedad, que no estás ahí porque tienes que hacer tu trabajo, sino que estás ahí porque quieres cumplir tu labor.
Y no, no me molestaría estar ahí, acompañándolos, apoyándolos, escuchándolos, y después de todo eso tratando de curarlos o hacerlos llevar una vida más digna, más plena y menos triste tanto a los pacientes como a sus seres queridos. Quizás aparezca el Dr. Leighton en la consulta de oncología el día de mañana, o quizás se quede para siempre en la urgencia, o quizás se dedique a sacar vesículas y operar hernias... O quizás nunca se titule y se eche todos los ramos por escribir tanto acá.
Au revoir.
:)
Que desolador debe ser para alguien pensar que ya le ganaste a una enfermedad tan cruel, tan maldita, y tan letal en el fondo, y que de la nada vuelva a aparecer y que cuando te das cuenta ya no haya nada que hacer. Que triste debe haber sido para sus familiares, para el hijo en este caso, pero en general, para cualquiera saber que después de una lucha contra esta enfermedad de mierda, muy larga y desgastante en unos casos, y muy corta pero intensa y dolorosa en otros, se te vaya alguien tan importante de tu vida, tan lenta y dolorosamente, después de pensar que podrías disfrutar de su compañía por mucho tiempo. Que difícil debe ser para mi profesor tener que decirle a las personas, con esperanzas, con sueños y anhelos que no hagan planes a largo plazo, que no se proyecten tanto porque en 6, 12 o 18 meses se morirán, siendo que hasta hace poco se sentían tan bien (Dificilísimo debe ser porque lo hizo pésimo). Que conchesumadre puede ser el cáncer, pero que benevolente es cuando ves que en la sala de urgencias muere un niño luego de un accidente, y su madre se lamenta porque lo último que le pudo decir fue "acuérdate de traer pan para la once".
No me gusta sufrir (como a cualquier persona supongo) pero tampoco me gusta evitar el sufrimiento ni eludir las situaciones difíciles, y sé que todas estas personas que hoy reciben estas noticias necesitan ayuda, necesitan que haya alguien que las escuche, que las mire a los ojos, que les hagan saber que estás ahí para ayudarlos y que si necesitan un hombro para llorar, para descargarse o lo que sea tienen el tuyo. Necesitan saber que estás comprometido con ellos y con su enfermedad, que no estás ahí porque tienes que hacer tu trabajo, sino que estás ahí porque quieres cumplir tu labor.
Y no, no me molestaría estar ahí, acompañándolos, apoyándolos, escuchándolos, y después de todo eso tratando de curarlos o hacerlos llevar una vida más digna, más plena y menos triste tanto a los pacientes como a sus seres queridos. Quizás aparezca el Dr. Leighton en la consulta de oncología el día de mañana, o quizás se quede para siempre en la urgencia, o quizás se dedique a sacar vesículas y operar hernias... O quizás nunca se titule y se eche todos los ramos por escribir tanto acá.
Au revoir.
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