Hibisco

Me gusta despertar y mirar el hibisco de mi casa a través del ventanal de mi pieza, me recuerda a mi infancia, cuando salia al patio a jugar y no había temores, perseguía las abejas que se posaban sobre sus flores, chuteaba mi pelota contra la reja corriendo al rededor de él, imaginando que jugaba en un importante estadio de fútbol, salía a andar en mi bicicleta y a pesar de traer todas mis rodillas peladas no tenia miedo de nuevamente volver a caer porque lo único que importaba era jugar. No había inseguridades, no había miedo al error, no había necesidad de detenerse a pensar si es que lo que estaba haciendo era lo correcto, o estaba haciendo algo de más. No existía el ego, y el orgullo solo quedaba en las pichangas. No había tiempo para detenerse a pensar en qué sería mejor, hablar o callar, en entregar o mantenerse, entre abrirse u ocultarse.


Este año cumplo 24 y naturalmente, ya no salgo al patio a jugar entre los hibiscos que ahora están detrás de la reja del balcón, así que aunque quisiera ni siquiera puedo tocarlos porque las cosas van cambiando, a medida que pasa el tiempo a pesar que me encantaría entregar todo y ser feliz sin preocuparme por las consecuencias, el temor siempre estará ahí, como esos barrotes que a pesar de todo, no dejarán que me caiga.

Comentarios

  1. Cuando pendejo había un arbusto con hojas con una forma y verde cuatico. nose que puto árbol era, y tampoco lo he visto en ninguna parte hasta hoy. Brigida la vida hno :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Ruta 78

Gerardine

Extremoduro